De forma natural, el pensamiento está continuamente elaborando interpretaciones sobre lo que la percepción va captando de la vida diaria a través de los diversos “filtros” que cada persona tiene y que le va dando significado a esas experiencias y que seguramente diferirá en forma notoria de una a otra.
A lo anterior le llamaríamos modelos mentales; expertos como David Hutchens lo definen como: “Creencias profundamente arraigadas, imágenes y suposiciones, que tenemos acerca de nosotros mismos, de nuestro mundo, de nuestras organizaciones y de cómo conectamos con ellas”.
Para poder desarrollar a las organizaciones y a nosotros mismos en ambientes cada vez más complejos y retadores, es necesario conocer cómo operan estos modelos y de forma deliberada estar más conscientes de que nuestros puntos de vista, pueden ser limitados, incompletos y fragmentados.
Estas características nos exigen ser más flexibles principalmente en el proceso de comunicación, ya que tendemos a escuchar poco a nuestros interlocutores, sobre todo cuando sus opiniones no coinciden con nuestros modelos mentales, descartando la posibilidad de entender a la otra persona, valorar sus ideas en su real dimensión o su perspectiva de una situación determinada.
Por otro lado, en momentos de tensión o en situaciones problemáticas, entender este proceso nos permitirá estar más atentos a aceptar otro modo de ver las cosas y de resolverlas.
Ello nos conllevará a ser más creativos y enriquecer la toma de decisiones, llevándonos a realizar acciones más efectivas y generar un aprendizaje que en un momento determinado nos habrá de permitir incrementar de manera natural la rentabilidad de nuestra organización, lo cual debe arrancar desde ya, porque la globalización ya nos alcanzó y no hay vuelta atrás.
Interpretar, puede ser delicado
¿Qué se necesita hacer para tener mayor apertura de pensamiento?
• Encontrar formas de dialogar con esas personas que tienen puntos de vista distintos y ejercitar la escucha activa. Permitirnos concentrarnos con toda la atención en lo que la otra persona está diciendo, haciendo un esfuerzo máximo que nos evite juzgar esa información a priori.
• Compartir los puntos de vista, ya que el proceso de razonamiento puede tener vacíos o errores que uno no ve y que la otra persona los puede complementar.
• Solicitar a otras personas que nos ayuden a entender qué datos utilizaron o seleccionaron y qué significados les dieron para llegar a su conclusión, esto nos ayudará a facilitar un aprendizaje más completo y dará lugar a tener un negocio más rentable.
• Revisar los pensamientos que utilizamos para evitar inferir, es decir atribuir supuestos a hechos que no sucedieron y que la mayoría de las veces carecen de fundamento y terminan siendo injustos con nuestros interlocutores.
• Darse tiempo para poder reflexionar. Al hacerlo en forma regular surgirán cuestiones de cómo mejorar una situación.
Fuente: Mundo Ejecutivo
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